Parlamento

Antonio, su silla y sus medallas

Por Laura Seara Sobrado, portavoz del Grupo Socialista en la Comisión para las Políticas Integrales de la Discapacidad del Congreso de los Diputados

24/07/2012

Hace unos días, en la cafetería del Centro Aixiña, en la ciudad de Ourense  me tomé un café con Antonio. Yo lo abrumé a preguntas y él, con retranca y paciencia, fue respondiendo a todas ellas, lenta pero firmemente. Este gallego de 58 años tiene una minusvalía del 97%. Tuvo problemas al nacer y una parálisis cerebral le condenó a una silla de ruedas de por vida por una tetraplegía espástica. Vivió y vive con sus padres en la aldea de A Graña, en el Concello ourensano de Xunqueira de Espadañedo. Tiene a sus padres, a sus hermanos y hermanas y tiene amigos, muchos amigos y amigas. Todos le quieren y le han apoyado siempre. Pero Antonio estaba triste la otra mañana delante de ese café.

Estaba triste por que desde hace unos meses el servicio público que lo transportaba desde su aldea a la ciudad para rehabilitarse y entrenar ha dejado de hacerlo. Antonio ha dejado de ser prioritario. Como lo oyen. Ah…, ¿no se lo había dicho? Es que Antonio ha sido cuatro veces campeón de boccia en los Juegos Paralímpicos de Barcelona, Atlanta, Sidney y Atenas. Además de estas 4, tiene más de 100 medallas ganadas en campeonatos por todo el mundo. Casi nada. Aunque se reconoce ya cansado para competir, ahora su sueño es poder desplazarse a la ciudad y entrenar a  otros compañeros que, como él, sufren de alguna discapacidad. Quiere transmitir sus conocimientos, quiere poner su talento y su experiencia deportiva y humana al servicio de otras personas. Pero, ¡ay esa maldita furgoneta del 065! Ya no es la primera vez que lo “deja tirado” y desde hace tiempo ni siquiera lo va a recoger a casa.

Resulta paradójico que la propia Administración que lo condena al ostracismo, a la invisibilidad y a la tristeza sea la misma que lo premió hace muy poco tiempo con la Distinción al Mérito Deportivo de Galicia.

Antonio pone nombre y cara a ese 12% de personas que viven en el medio rural de nuestro país con algún tipo de discapacidad.

No es un número más. Son hombres y mujeres de todas las edades a las que, a veces las distancias, la dispersión poblacional, la falta de oportunidades laborales o la falta de servicios existentes en las pequeñas localidades en las que viven, las lleva a vivir su particular aislamiento, lo que produce una gran vulnerabilidad y finalmente su propia invisibilidad. Hace muy poco escuchaba que el gran reto de la discapacidad en España es el empleo. Estoy completamente de acuerdo. Pero esta triple D: distancia, dispersión y discapacidad hace vulnerables a los vulnerables. No podemos dejar que los obstáculos los salten ellos solos por que casi nunca es posible. Ni siquiera un gran campeón como Antonio lo ha logrado, solo me ha prestado su historia para que yo se la cuente a todas las personas que quieran oírla y ver si con ello, la discapacidad en el medio rural se visibiliza.  Que nunca más, por vivir donde viven, dejemos de verlos.